sábado, 16 de junio de 2012

Marionetas a la mar.



Siempre se había quejado de aquellos cordeles de humo que entre contoneos caprichosos e imposibles sugerían el camino que tanto anhelaba, e impotente ante el destino solo podía dejarse sucumbir y contestar con su sonrisa.

Al igual que un títere entre sogas hilachazas con hebras de cristal
porque aunque fuese una sonrisa disfrutada
luego esa sonrisa la pagaba con sal.

Lo peor de él era saber que lo peor era él mismo, que en realidad era su propia mano la que manejaba aquellas cuerdas que tanto le costaba desasir, él y su fantoche de trapo musitando entre dientes una agradable mentira, tan fácil de escuchar.


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