miércoles, 27 de junio de 2012

Los cuernos de la Luna.



Ella se enamoró de mí con las primeras lágrimas del invierno, cuando el frío calzaba tacones de mujer resonando tras las paredes, refrigerando lo que en otro momento tan sólo podía derretirse; entonces, para alejarme del olvido acudía a sus consejos con mi obsesión colgando de la oreja, en un intento por arroparme de aquel suspiro glacial, aguardando cualquier frase que me hiciera sonreír para secar de alguna forma aquel dolor. Con los años, la luna y yo nos hicimos amantes, pero cuando esta se llenaba, mi alma seguía vacía esperando en el balcón que le susurrasen las estrellas, mirando al cielo con nostalgia o hacia suelo con arrepentimiento, y siempre soñando con otra, o quizá y sin quizás pensando en ella.

Pero aquel día se marchó con su aflicción y nos dejó mirar el firmamento.

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