viernes, 8 de abril de 2011

¡Locos de remate!


Aquel tipo estaba loco, y aunque no se supiera con certeza, era con certeza como lo aseguraban los demás, y eso, desde que el mundo era una auténtica mierda, era lo único que bastaba para irritarle, insultarle y criticar cualquiera de sus “alocadas” conversaciones, que en más de alguna ocasión eran “cuantísimo” más productivas que cualquiera de las que todos aquellos agricultores de la estupidez pudiesen cultivar en su abundante parcela de la ignorancia. Y por ello se le convertía en un paria de una sociedad infanticida, maestra del cinismo, en un hereje ante el dogmatismo fanático que pululaba por aquellos universos paralelos que debían ser las mentes, rebosantes de prejuicios, de todos aquellos imbéciles sin perdón; en un culpable sin culpa.

Aquel tipo estaba loco, tanto que a todo el mundo le dio por imitarle.

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