miércoles, 20 de abril de 2011

El rastro de un amor.


Ya podía llover, tronar o cantar, pero él siempre estaba al acecho, esperando tras la ventana la hora señalada. Aunque habían pasado ya algunos años y otros tantos motivos, su estupidez, la encargada de todo fracaso, aún le susurraba a tientas la falsa esperanza de que algún día ella se giraría para mirarle a los ojos y sonreírle una vez más, como lo hacían antes, sin esa mirada, reina de la astucia, que pasea guareciéndose del sol bajo la sombra de rencor que nubla la distancia. En ocasiones intuía que ella le miraba de reojo, y esta idea, dilatada por el calor de la mentira que anidaba su cuerpo, le ilusionaba de la manera más despreciable, de hecho, cuando desaparecía sin dejar rastro, su única pisada eran los llantos de aquel tipo que aullaba a la soledad.

Podía haber querido y no lo hizo, y cuando quiso no le dejaron.

2 comentarios:

  1. ¿Aunque llueva, granice o truene? A ese tipo no sé muy bien como le irá en el amor pero... como cartero debe ser todo un primor!


    Saludos desde la habitación de al lado!!!

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  2. Manda cojones!!
    como cartero será el mejor,
    pero tratándose del amor
    le cierran todos los buzones.

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