Se había equivocado al imaginar que nunca volvería, al sobreestimar el poder analgésico de los labios y del tiempo, al escuchar una vez más su canción. De nuevo se encaramó hacia el desván de las falsas esperanzas, pero solo con volver a imaginar sus rasgos ya merecía la pena otra eternidad de martirio.
“Por que el fantasma era ella y la casa embrujada yo mismo”.

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