Con resuelta ímpetu y diligentes trazos optó por engarzar todos aquellos minutos que le sugestionaban o que simplemente encarcelaban la más agorera de las sonrisas. Se inclinó ante la idea de de encerrarlos atrás, en el maletero, y soltar el freno de mano ahogándolos a merced de todas aquellas sirenas que tiempo atrás se habían convertido en pirañas.

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