No podía controlar el regocijo que sublimaba su desperezado gesto y que invitaba a una carcajada fácilmente incontrolable entre tanta palabrería y tan poca vergüenza. Incoherentes frases y absurdas ideas comenzaron a desfilar ante sus ojos, mientras bufaban las bocinas del circo que ya había llegado a la ciudad.
Payasos, focas, balones y bromas de toda índole… gritos, gritos y muchas más risas, enajenamiento total de la raza humana, ¡chiste, chiste!
Otro vistazo nunca venía mal… y lo que antes habían sido estúpidas, rastreras, incoherentes, abyectas, sintéticas, y repulsivas palabras, ahora con una segunda dirección y un mejor criterio, todos aquellos vocablos viles y de corta, “muy corta dignidad” se convertían en un suave, largo y relajante “bla bla bla”