Si hoy fuera la hora de confesar todas las cosas no lo haría con la frase de siempre. Reneguemos de la cursilería y escupámosla con toda nuestra fuerza ya que por lo visto, como bien se ha podido comprobar, no da fortuna, y dejémoslo todo en manos de un “atrévete de una maldita vez”. Atrévete a olvidar lo que hay que olvidar y recuerda que siempre hay alguien que merece la pena. Échale un par y seca todas esas lágrimas que empañan la hermosura de tus rasgos, tíralas al fuego junto a esos malditos sentimientos que nada tienen que ver conmigo y, entonces, en vez de conformarme con un podría ocurrir, volaría todo lo alto que se puede volar y arrancaría ese pedazo de cielo que te pertenece.

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