lunes, 23 de mayo de 2011

Polipatética.


Con ella había que andar con pies de plomo, ya que nunca sabías cuando le podía llegar la hora de mandar todo a freír puñetas. No había una preferencia horaria ni tampoco un modus operandi concreto, solo existía la flaqueza de una mente egoísta y manipuladora, la de una niña con un secreto y una colección de corazones rotos. Daba igual como estuvieran los demás, daba igual lo que opinaran los demás y, sobre todo, daban igual los demás; ella, ella y solo ella tenía que ser la principal protagonista de las novelas del resto. Su historia, siempre su historia, teñida por la imbecilidad de quien lo tiene todo y no es capaz de respetar nada, escrita por una poetisa con sed de sangre, poder y, ¿Quién sabe?, quizá dolor ajeno. Aunque pueda parecer complicado, siempre se salía con la suya echando mano al péndulo que ocultaba en el bolsillo izquierdo, debajo del pañuelo que aún no le había dado tiempo a estrenar. Sus víctimas, aunque dispares entre sí, guardaban relación a diferencia del resto de hombres despechados, ya lo creo que la guardaban, será tal vez por que ella seguía las mismas pautas con cada una de sus relaciones, “llegar, ver y vencer” ese era su juego. Y aunque de momento aún no conocía la derrota, está se presentaría igual de rápida que la batalla de Zela, pudiendo, quizás así, redimir todos sus pecados... que no eran pocos.

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