Siente como tus garras lo van desinflando, como el néctar de su interior va atravesando sus membranas y clama retirada entre tus dedos. Aprieta los dientes y estrújalo con todas tus fuerzas. Advierte como son tus propias uñas las que van desgarrando poco a poco la palma de tu mano. Olfatea el aroma de la sangre atrapada en tu camisa y experimenta la sedosa sensación que libera el trayecto de una gota tras otra paseando sobre tu piel. Suda y sufre hasta que ya no quede nada más que polvo entre tus dedos, hasta que tu carga más pesada haya sido arrojada al vacío; Suda y sufre hasta que tus lágrimas dejen de brotar del mismo grifo del que manan tus recuerdos.
viernes, 30 de julio de 2010
jueves, 29 de julio de 2010
Quizá la culpa es de la "adicción a la mezcla"
Por aquel entonces coexistía con el hedor que desprendía la basura que, por una cosa o por otra, había archivado en la carpeta más insondable de su memoria. El detrito destilado por los años y por el rencor no tardó en salir a flote, quizá para mortificar a todos aquellos que le queríamos con el pútrido olor que dejaba entrever su boca a cada palabra repudiada por su necedad. Era tal la fastuosa amalgama de sabores repulsivos que distendía su efluvio que llegó a abrasar nuestras facultades perceptivas de la manera más vil, e incluso, en infinidad de ocasiones, noqueó algunas de las aptitudes silogísticas que habíamos conseguido detentar con los años.
Me encantaría pensar que no eran sus intenciones.
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