martes, 28 de junio de 2011

"Be whisky my friend"



Mientras todos los demás se daban cuenta que lo peor de ellos eran ellos mismos, ella seguía en su línea, una vez más había saltado a las calles con sus zancadas de felicidad para recordar al resto de los mortales que estaba allí con una sonrisa, y con cada diente que enseñaba una puñalada en el corazón, y que sonreír no era pecado y que llorar por nada era de idiotas. Y esta vez, en vez de manzanas envenenadas, engañosas, lanzaba pastillas de colores a los transeúntes que se quedaban boquiabiertos deleitándose con aquella particular danza de palabras. Drogados por su presencia, enajenados por su mirada.
Quizá porque era el día de soñar soñó hasta la noche y luego se puso a dormir, con la mente despejada, eso sí, sin sogas de ningún tipo, sin recuerdos venenosos, sin mentiras tras el espejo, sin sueños y sueños… por que cuando ella no estaba a su lado de nada servían las estrellas.

lunes, 27 de junio de 2011

Abrazando el sueño...



Hoy me he convencido de que puedo soñar
con convencer,
que los aires de cretino
se pueden esfumar.

Soñar que soy un as al compás de la verdad,
y no un imbécil con ganas de escapar
de sus ojos de cristal.

Hoy me he despertado para dedicarme a soñar
que estoy despierto,
y no abrumado
por mis ganas de llorar.

Soñar que se es capaz sin escapar de la verdad,
soñar que soy yo y nunca "uno" más,
pero al fin, soñar, soñar y soñar.

miércoles, 22 de junio de 2011

¡Arsénico, por compasión!



Aunque la soga estaba atada, y bien atada, esperaba el momento oportuno para saltar y escapar así de su pasado, como ese Herman Loeser huyendo de lo inevitable, paso a paso, página a página en su peculiar libro de las ilusiones. Pero en el fondo sabía que no sería capaz de lograrlo, que él era un desertor cualquiera de cada batalla a librar, que llegado el momento renegaría de lo correcto para salvar su propio pellejo. Y allí estaba él, abrumado por todos los recuerdos que flotaban sobre el pantanoso espectáculo de su mente. Resulta patéticamente gracioso, pero nadie iba a decir que al final no necesitase saltar por sus propios medios, bastó un susurro para tropezar y precipitarse al abismo. Y no fue un empujón, ni siquiera un grito, simplemente el más leve sonido, solo una delicada voz vacía de buenas intenciones. Con la mejor de las serenatas, eso sí, emitida por unos labios pintados de melancolía. ¿Qué le dijo?, nadie se lo pudo preguntar, pero de lo que sí estoy seguro es qué, con las derrotas que le sirvió el tiempo, se dio cuenta de que en realidad no es que no supiera perder, simplemente no sabía jugar.

"Warriors, come on to play"