De aquella flor, víspera de la primavera, emergieron diez pétalos rebosantes de color, cada cual de un aroma distinto, especial, que integrados bien en su amalgama creaban aquel perfume identificador, probablemente del mismo olor que la alegría; brotaron con la firmeza del invierno y se embellecieron con el esplendor de la primavera, empapándose de su encanto. Aquellos pétalos te sonreían cuando les mirabas, como si el viento estimulase la corola configurando la silueta de un gesto, la sonrisa de una niña, y era en ese preciso instante cuando el frío dejaba de ser frío y las nubes grises ya no sabían llorar, porque aquella rosa, víspera de la primavera, afloraba en invierno y florecía ante mis ojos.
PD: El año que viene empezamos con los pies.
