viernes, 4 de noviembre de 2011

¡Ponte la peluca ya!


Se despertó con una reluciente y ensayada sonrisa mientras se colaban por la ventana del noveno los chillidos de la humanidad, el fin de los tiempos agonizando en las calles, sangre, dolor y miedo, mucho, mucho miedo. Pero sabía que nada podía hacer él por todos aquellos incautos, y menos cuando no había hecho nada por nadie en toda su puñetera existencia. Infelices estúpidos, escapando despavoridos entres los cadáveres y el fuego como si de esa manera pudiesen burlar a su propio destino, arrancando cada segundo de vida y dejándose las uñas en el intento, sudando para morir sudados. Y entre la estupidez y los gritos, en el bar de la esquina, siete jinetes con una botella de whisky apostaban cabelleras. Pero él estaba muy tranquillo, seguro de que nadie sería capaz de encontrarlo, escondido debajo de su cama.

“Dentro de cien años todos igual:
sin pelo, sin dientes, sin carne quizá.
Será muy gracioso, tú no lo verás.”